El abuelo se tuvo que ir a la guerra. Siete años después regresó.
Si no hubiera vuelto no se hubiera casado con mi abuela,
no habría nacido mi madre y,lo que es peor tampoco hubiese nacido yo.
Y este libro nadie lo habría escrito.
Si no hubiera vuelto no se hubiera casado con mi abuela,
no habría nacido mi madre y,lo que es peor tampoco hubiese nacido yo.
Y este libro nadie lo habría escrito.
Los zapatos del abuelo eran especiales. Se los regaló Fred Astaire, el bailarín. Lo malo es que el abuelo no sabía bailar. O si sabía ya no bailaba. Estaban casi nuevos porque solo se los ponía una vez al año: el 14 de abril. Ese día los llevaba desde el punto de la mañana hasta después de cenar. Presumiendo de zapatos. Luego los metía en una caja roja y hasta el año siguiente. Cuando ponían en la tele las películas de Fred Astaire estaba todo el rato mirando sus zapatos para ver si eran los mismos que los de mi abuelo. No pude comprobarlo porque no paraba quieto.
Un libro de ilusiones, de ilusiones porque sí, de ilusiones que hay que creerse, de ilusiones que se perpetúan, de ilusiones brillantes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario