viernes, 27 de diciembre de 2013

LAS MANOPLAS DE CAPERU-CITA

Inés Almagro y Mikel Mardones. OQO.

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Este cuento popular ha sido objeto de incontables versiones. Un abanico amplio de interpretaciones que no se reduce a la aleccionadora de Charles Perrault o a la edulcorada de los Hermanos Grimm. Así, figuras de prestigio de la literatura infantil y juvenil como Roald Dahl o Gianni Rodari han revisitado desde el humor y la ironía este clásico para vestir de amarillo a Caperucita o dotarla de un arma con la que conseguir un abrigo calentito de piel de lobo. Con Las manoplas de Caperucita, OQO editora también se suma a una reinterpretación divertida y original de este clásico. Tanto el texto de Inés Almagro como las imágenes de Mikel Mardones juegan con una doble complicidad: la del lector y la de la protagonista. A ambos se le presupone conocedores del desarrollo de la versión popular más extendida. El hecho de que la historia no transcurra como convencionalmente es conocida o como Caperucita ha protagonizada reiteradas veces sorprende al lector y desconcierta a la protagonista. —¡Qué extraño! –dijo Caperu mientras se ponía su caperuza–.¡Si en mi cuento nunca nieva! Inés Almagro sitúa a la protagonista al lado del lector, quien se pregunta lo mismo que la pequeña ante lo inédito de los acontecimientos y el inusitado comportamiento de los personajes: —¡Qué extraño! –dijo–. ¡Al lobo nunca se le olvida venir a asustarme! La originalidad de la versión de Caperucita con la que Inés Almagro debuta en OQO editora se ve reforzada con el trabajo de Mikel Mardones. En primer lugar, el ilustrador vasco (La higuera de Pelostuertos) rompe el arquetipo físico de una niña de trenzas rubias y cara dulce que forma parte del imaginario colectivo; e incorpora extravagantes y divertidos personajes: un búho, un cerdo... Estos singulares compañeros de viaje de Caperucita ni están presentes en otras versiones ni en el texto de Inés Almagro, con lo que el ilustrador enriquece la galería de personajes (limitados al lobo, cazador y abuela) y regala una historia paralela, que invita a nuevas lecturas. Mardones los define como “observadores curiosos” que no interrumpen la caminata de la pequeña a la casa de la abuela. “El recorrido que hace Caperucita es un soliloquio casi ininterrumpido hasta el final. Por ello, los lugares por donde camina debían tener protagonismo y personalidad”. “Una propuesta (de las muchas posibles) que me pareció interesante por lo variopinto y por no dar una atmósfera demasiado densa”, añade. Al igual que en su primer trabajo para OQO, sus ilustraciones cobran vida originariamente en carbón. E, inmediatamente, con el pigmento bastante fluido apuntala la forma y el volumen. Finalmente, aplica pintura más espesa, evitando los retoques, “aunque siempre son necesarios”, como las versiones de los cuentos clásicos.
 
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