Caperucita roja y el lobo, la abuelita y e cazador. Son los personajes de la famosa fábula que todos conocemos. Ya por las ilustraciones, sin embargo, se intuye que el carácter de los personajes es muy distinto, muy distintos también son los paisajes y las atmósfera. Distinto quizá también el epílogo.
Una invitación a no escuchar una única voz, a buscar siempre las razones de los otros. Una invitación de un autor acostumbrado a reflexionar, y a hacer reflexionar, sobre los lugares comunes.
Otra Caperucita que me traje para casa, ésta de Fabián Negrín me ha dejado pensativa, sí, como un muñequito de esos que se rascan la cabeza. De entrada las ilustraciones sorprenden, por lo diferente, por lo que no sé más que calificarlo como un tinte naif inquietante.
Los protagonistas son absolutamente diferentes a lo que me había encontrado hasta ahora, no por el cambio en el enfoque de la perspectiva del cuento, eso ya lo hemos visto más veces. Sino por el tratamiento de los mismos.
Adolfo, el lobo se llama Adolfo, y claro, no le queda otra, con ese nombre, que ser un lobo diferente. Adolfo ve las cosas desde su muy particular visión, lo primero que hace en adentrarnos en su bosque (que así queda presentado más allá de un mero escenario), nos deja claro en su carta de presentación, que a pesar de los pesares y por mucho que su nombre pueda llegar a confundirnos, no puede ni piensa luchar contra su naturaleza.
Y se encuentra con Caperucita, y la desea, pero Otra Caperucita que me traje para casa, ésta de Fabián Negrín me ha dejado pensativa, sí, como un muñequito de esos que se rascan la cabeza. De entrada las ilustraciones sorprenden, por lo diferente, por lo que no sé más que calificarlo como un tinte naif inquietante.
Los protagonistas son absolutamente diferentes a lo que me había encontrado hasta ahora, no por el cambio en el enfoque de la perspectiva del cuento, eso ya lo hemos visto más veces. Sino por el tratamiento de los mismos.
Adolfo, el lobo se llama Adolfo, y claro, no le queda otra, con ese nombre, que ser un lobo diferente. Adolfo ve las cosas desde su muy particular visión, lo primero que hace en adentrarnos en su bosque (que así queda presentado más allá de un mero escenario), nos deja claro en su carta de presentación, que a pesar de los pesares y por mucho que su nombre pueda llegar a confundirnos, no puede ni piensa luchar contra su naturaleza.
Y se encuentra con Caperucita, y la desea, pero como buen esteta, desea aprehender su belleza, y ahí tenemos un conflicto de intereses, no se come a Caperucita, todo forma parte de un desgraciado accidente del que se arrepiente aullando a la luna...
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