El Sol lo sabía... La Luna lo sabía... Los pájaros lo sabían... No era ningún secreto: la veleta estaba enamorada del espantapájaros. Y se lo gritaba a los cuatro vientos.
Más tierno que ná, con el toque naif justo y necesario para no caer en la ñoñería insulsa que tanto abuda a veces en este tipo de historias.
Se nota que me gustan los Pablos...
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