Londres, invierno de 1.884.
El señor Utterson, notario del doctor Jekyll, relee el testamento del científico.
"Yo, el firmante Henry Jekyll, deseo que a mi muerte todos mis bienes pasen a mi gran amigo y benefactor Edward Hyde."
Poco después, el señor Utterson descubre que el señor Hyde no sólo es una persona despreciable, sino un criminal.
¿Qué oscuro secreto, qué grave erro rde juventud obliga al intachable doctor Jekyll a nombrar a un asesino su principal heredero?
Éste, obviamente es más mío que de Beltrán, al menos por ahora. Elegantes ilustraciones complemento perfecto para el texto.
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