No ha buscado Jiménez cmponer, jamás, un epistolario erudito, a la manera de los románticos catalanes, por ejemplo. Sus cartas, lejos del academicismo, discurren por el campo de lo cotidiano, mostrando las pequeñas intimidades del trabajo, ilusiones, dolencias, amistades y enemistades. El dolor de estar lejos de la propia tierra, la amargura ante la guerra, la tarea universitaria, la de escritor, la precaria salud, se mezsclan con los temas de crítica e historia literaria que, a su vez, subrayan las polémicas con Jorge Guillén, Pedro Salinas o Pablo Neruda.
Por encima de todo, estos textos recrean para el lector la imagen de un hombre sencillo y sincero, tenaz y trabajador, enamorado de la vida, en cuyos más elementales acontecimientos es capaz de ver un trazo poético, una chispa de sustancia lírica.
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