viernes, 12 de abril de 2013

CAPERUCITA ENCARNADA (DONACIÓN DE INMA)

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Caperucita encarnada
era una niña bonita;
no había en toda la aldea otra niña más salada
y las madres envidiaban a la de Caperucita.
 
Su abuela adoraba en ella porque era muy obediente,
y dócil, y cariñosa, 
y porque frecuentemente
iba a verla y la llevaba casi siempre alguna cosa.
La abuela también le hacía
los regalos que podía.
Cierta vez la regaló
una cofia colorada,
y tan graciosa la halló,
que ya siempre la llamó
Caperucita encarnada.
 
Su madre le dijo un día: -Ven, Caperucita..
Toma estos bollos y este vino 
para que la pobre abuela, que está enferma, se lo coma.
Anda, y que no te entretengas jugando por el camino.
Caperucita echó a andar ,
hacia casa de su abuela, que era una humilde cabaña
al pie de una alta montaña, 
Y después de un bosque espeso donde había que pasar.
 
Caperucita pasó
y a un lobo grande encontró,
que dijo: -Caperucita,
¿Adónde vas tan temprano?
-A casa de mi abuelita.
¿Y qué llevas en la mano?
-Éstos bollos y este vino,
que está en cama con dolores.
Y el lobo ladino dijo:
- ¿Y por qué no coges flores?
¿Por qué a tu pobre abuela no llevas un ramillete?
Tal vez si tú se lo llevas te regalará un juguete.
- Tienes razón- dijo ella, y se puso a hacer un ramo.
El lobo entonces, corriendo, igual que si fuese un gamo,
hacia la casa de la abuela, pensó: "me la comeré, esta niña es un buen bocado.
Pero antes me arreglaré para tragarme a la vieja, como tenía pensado".
 
Cuando llegó a la cabaña el lobo llamó a la puerta.
- ¿Quién es?- preguntó la abuela.
Y él, imitando con maña la voz de Caperucita, contestó: - Soy yo, abuelita...
- Pues empuja que está abierta.
El lobo empujó y entró,
se fue a la cama derecho


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y a la vieja se tragó,
quedando tan satisfecho.
Luego se puso un vestido
y el gorro de la abuelita, que se le había caído,
y en la cama se metió
hasta que, sin hacer ruido,
Caperucita llegó.
 
- Bueno días, abuelita
- gritó alegre la muchacha.
Y al mirar Caperucita
y verla en aquella facha,
exclamó llena de asombro:
- ¡Qué orejas tan grandes tienes!
Y una voz contestó ronca: - Es para oirte mejor.
- ¡Qué manos tan grandes tienes!
- Para cogerte mejor.
- ¡Qué boca tan grande tienes!
Para comerte- mejor.
Y abriendo el lobo la boca de un modo desmesurado
, agarró a Caperucita, se la comió de un bocado
y, fingiéndose de nuevo la abuela, se arrebujó.
Poco después se durmió
y empezó a roncar tan fuerte,
que un cazador que, por suerte,
por aquel lugar pasaba,
al escuchar los ronquidos en la choza penetró.
 
Al acercarse a la cama y sorprender allí al lobo,
el cazador gritó airado:
¡Ya, te cogí, viejo bobo!
Tiempo hace que te buscaba y ya, por fin, te he encontrado.   
Ahora verás la receta ,
que te larga mi escopeta.
Mas cuando iba a disparar, el cazador se fijó
en que el vientre de la fiera estaba muy abultado,
y cuerdamente pensó
que a la abuela y a la nieta las había devorado.
Y cogiendo unas tijeras, a la fiera abrió en canal.
Y saltó Caperucita del vientre del animal,
exclamando alegremente:
- ¡Qué obscuro estaba allí dentro y qué gusto da salir!.
Y, tras la niña, la abuela, saltando más torpemente,
salió del vientre del lobo, tan contenta de vivir.
 
Caperucita rió,
la abuelita se comió
los bollos y bebió el vino,
y el buen cazador siguió,
satisfecho, su camino.
 
Muera el lobo, viejo y bobo,
que a Caperuza bonita
quiso engañar... ¡Muera el lobo
y viva Caperucita!.
 
Inma de Miguel, a quien he nombrado más de una vez por aquí, ha sido más maja que ná, y me ha enviado La Caperucita Encarnada publicada en el Blanco y Negro del 9 de mayo de 1920.
 
Chica, a ver si un día nos podemos sentar un rato y charlar tranquilamente, porque siempre me pillas en el cole en medio de algún "fregao".
 
Muchas gracias y un beso.
 
 

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