martes, 11 de octubre de 2011

MOBY DICK

Herman Melville. Fernando Aznar. Bruguera. 1.980.


Ismael, un maestro de escuela, se alista en un barco ballenero, el Pequod, junto a un arponero pagano llamado Queequeg. El navío está mandado por el capitán Achab, un hombre que ha perdido una pierna en su enfrentamiento con una ballena denominada Moby Dick. Aunque la travesía parece amoldarse a los patrones habituales —las descripciones de la pesca de la ballena resultan extraordinarias— Ismael se percata pronto de que el capitán del Pequod tiene un comportamiento peculiar. Achab es un marino competente pero su principal interés no es la captura de cetáceos, sino la venganza contra el animal que lo mutiló. Los oráculos siniestros van añadiendo a las singladuras un tinte tenebroso que llega a su clímax con el avistamiento de la ansiada ballena.
El animal, cuyo lomo está cubierto de arpones retorcidos, no se deja vencer. Por el contrario, arremete contra las barcas balleneras causando las muertes de sus ocupantes. Luego se dirige contra el barco cuyos palos destroza, provocando finalmente su hundimiento. Achab y toda la tripulación mueren, a excepción de Ismael que se salva encaramado al ataúd de Queequeg, el arponero. Aunque el argumento aparenta ser sencillo, lo cierto es que Moby Dick trasciende con mucho el relato de aventuras. Concebida partiendo de experiencias personales de Melville, amalgamadas con elementos procedentes de Spenser, Dante, Robert Burton, Thomas Browne, Thomas Carlyle, Cervantes y la Biblia, constituye una obra emblemática y una reflexión cargada de simbolismo sobre las posibilidades del ser humano de enfrentarse con un destino inexorable que piensa poder dominar.





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