miércoles, 22 de febrero de 2012

EL PERRO MILORD

Carmela Saint-Martin y Asun Balzola. Doncel. 1.971



El libro de cuentos más bonito del mundo mundial, creo que fue por este libro por el que yo me aficioné a la lectura, donde comenzó mi pasión por los cuentos.

Es el libro más antiguo (en lo que se refiere a mi posesión) que guardo, lo recuerdo de siempre, y guarda las huellas de mi infancia, no tiene tapas, le faltan las primeras páginas y todas las que estaban ilustradas a color, tiene mi firma, mis dibujos...

No sé cuántas veces pude leer y releer este libro y hará unos quince años lo llevé a reparar, me pegaron las hojas rotas y le pusieron tapas nuevas, eso sí, me negué a que borraran las otras "marcas".

Desde que nació el niño no he vuelto a leerlo, porque quiero hacerlo con él, quiero que disfrute con él como lo hice yo, que se emocione, que casi llore, se enternezca, se indigne, se ría... Porque todo eso y más fue lo que me regaló esta magnífica selección de cuentos sobre animales.

No quiero hacer ahora una reseña personal al respecto, prefiero hacerla tras la lectura con Beltrán. Porque hoy, he recibido un paquete muy especial, una edición nuevecita, con todas sus páginas e ilustraciones y se lo he regalado.

A Beltrán le he dicho, que es un libro muy especial que yo leí y releí a su edad, que hay que leer despacio para disfrutarlo, pero que hay que tener una sensibilidad de las buenas buenas para poder apreciarlo. Le he mostrado los dos libros, primero el mío, hemos pasado las páginas, ha visto mi firma, mis monigotes, las páginas rotas, el cuento inexistente, el siguiente "in media res", y lo hemos comparado con el suyo. He logrado contagiarle el entusiasmo y dice, que aunque empezará por el nuevo, prefiere leer el mío.

Un ratito de felicidad.

Uno de los cuentos:

El perro imaginario.

Juan tiene dos años y medio. Es precioso, divertido, imaginativo y muchas cosas más que no puedo decir porque el niño me toca muy de cerca.
Ha empezado a jugar, como han jugado los niños de la casa, con la sufrida bandeja de plata del juego de café.
Es su barca… ¿Y qué objetivo más acertado puede alcanzar una bandeja?
No hablo con su lengua de trapo; no lo entenderíais más que a medias, pero yo le entiendo todo.
-Esta es mi barca; debajo hay cocodrilos –afirma con toda seriedad.
-Ten cuidado, no te caigas al agua - le digo solemnemente.
-No me caigo nunca.
Hoy ha venido con las manos puestas una encima del huevo de la otra, como una doble y rosada concha.
-Un señor me ha dado este perro.
-¡Qué pequeño es!, cabe entre tus manos. ¡Mira cómo mueve la cola! –he comentado.
-También mueve los ojos y las patas.
-¿Cómo se llama?
-Se llama “Mío”.
-Es un bonito nombre. ¿Me dejas que lo tenga un rato? Me parece que le gusta el calor.
Magnánimamente, Juan me ha dejado el perro.
“Mío” ha pasado de mano en mano y el niño contemplaba con ojos posesivos el traslado.
-Tendremos que irnos –ha insinuado la madre.
-¿Quieres dejar aquí tu perro con el nuestro? Se harán amigos.
-Me quiere sólo a mí; me lo llevo.
Y se ha llevado al perro imaginario, apretándolo contra su mejilla.
-No lo dejes caer.
-No, mira qué bien lo agarro –y ha apretado las manos.
Y se han ido, el niño en brazos de su madre y el perro imaginario en brazos del niño.
Y de repente la casa me ha parecido vacía.

miércoles, 15 de febrero de 2012

INÉS AZUL

Pablo Albo y Pablo Auladell. Thule.


Miguel y yo siempre tenemos mucho trabajo. Nos encargamos de decir a cada uno lo que tiene que hacer: ¡Hormigas, a andar en fila india! ¡Caracol, despacio, no corras! ¡Piedra, ahí quieta!
Ahora Miguel no está. Unos me dicen que no puedo verle porque se quedó dormido. No sé por qué no va a volver con la cantidad de cosas que tenemos que hacer todavía.







 El tema de la muerte queda esbozado con mucha sutileza, y ese punto surrealista que le da Auladell, cuaja perfectamente con el inteligente toque absurdo de Albo.
Perfecta conjunción, autor-ilustrador, como siempre.

viernes, 3 de febrero de 2012

EL ESPANTAPÁJAROS

Pablo Albo y Pablo Auladell. La Galera.


El Sol lo sabía... La Luna lo sabía... Los pájaros lo sabían... No era ningún secreto: la veleta estaba enamorada del espantapájaros. Y se lo gritaba a los cuatro vientos.








Más tierno que ná, con el toque naif justo y necesario para no caer en la ñoñería insulsa que tanto abuda a veces en este tipo de historias.
Se nota que me gustan los Pablos...


ALAS Y OLAS

Pablo Albo y Pablo Auladell. BFE.




Un viaje de ida y vuelta entre un hombre y una mujer que se conocen cuando no son humanos y se reencuentran cuando todavía no lo son. Una historia de anhelos y encuentros,k de carne y de huesos, levemente inspirada en la leyenda de la mujer equeleto, que nos habla de lo humanos que somos aunque no lo sepamos, aunque no lo parezcamos, aunque no nos demos cuenta.




 

 
 
 
 
 

Sugerente, muy sugerente, evocador, lírico, bello... Y me ha picado la curiosidad y buscaré la leyenda de la mujer esqueleto. Eso sí, infantil, como que no, es uno de los que compré, lo reconozco, pensando sólo en mí. Pero como siempre digo, me encantará ver la lectura que hace de este libro, Beltrán.



Y la encontré:



Cuenta la historia que un pescador tomó su anzuelo y se dirigió al mar. Estaba hambriento y necesitaba urgentemente el alimento. Tiró su anzuelo y éste picó de inmediato. Al empezar a tirar, el pescador descubrió que su pesca le daría trabajo y arremangó sus mangas mientras reía del entusiasmo pensando en cuánta gente se alimentaría de tamaño pez!! Pero a medida que tiraba del anzuelo, no lograba extraer su carga, hasta que de repente tuvo una visión horrorífica ! un esqueleto de mujer!

Espantado, enloquecido, huye tirando del anzuelo, sin percatarse que con él arrastra su presa. Jadeando, sin descanso, abre la puerta de su cabaña y arroja el anzuelo en una esquina, se sienta en el suelo y esconde la cabeza entre las piernas. De pronto, siente que debe mirar, no sabe si es una luz, una sutilleza en el ambiente, un llamado, algo le obliga a levantar la cabeza…es el esqueleto…a medida que mira, le empieza a bajar un sentimiento de compasión y siente que no puede dejar de mirar esos huesos que se desarticularon en su loca huída. Se levanta, avanza con cuidado y lentamente empieza a desenredar el esqueleto del anzuelo. Lo hizo con ternura y delicadeza y no paró hasta ordenar huesos y huesitos, hasta que todos quedaron en su lugar. Agotado, se mete a la cama y se queda dormido.

Más tarde, la mujer esqueleto se incorpora y empieza a observarlo, agradecida. Mientras vigila su sueño, ella ve asomar una lágrima de los ojos del pescador y se acuerda que tiene mucha sed. Se acerca a beber de esa lágrima y a medida que bebe, sintió más y más sed, toda la sed acumulada en su vida marcada por la aridez, y bebió y bebió, y la lágrima, ahora convertida en chorro sació su sequía. Aún sentada al lado del pescador, se percata ahora de un lejano y potente sonido, es como el ruido lejano del tambor: pum, pum, pum, pum, descubre que el ruido proviene del pecho del pescador; sigue el sonido y mete la mano en su interior y extrae su corazón. Con él en la palma de la mano empezieza a cantar y a golpear suavemente, acelerando el ritmo, y en su canto pide carne para sus huesos y todo lo necesario para volver a ser una mujer. Cuando se siente completa, agradece y yace con el pescador cuerpo a cuerpo.

Cuenta la leyenda que al día siguiente, ambos amanecieron abrazados y que los dioses les prometieron que jamás les faltaría el alimento el resto de sus vidas.